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La reciente aprobación de fármacos para tratar el Alzheimer supone un importante paso adelante en la lucha contra esta enfermedad. 

 Esta enfermedad afecta a cerca del 70% de los 55 millones de casos de demencia que se registran en el mundo.  
Entre los avances se encuentran los anticuerpos lecanemab y donanemab, que han demostrado ralentizar la progresión de la enfermedad en aproximadamente un 30% en estudios clínicos.  

Sin embargo, estos tratamientos no proporcionan una mejora notable de los síntomas y presentan un riesgo de efectos secundarios graves, como edemas y hemorragias cerebrales. 
La búsqueda de soluciones más eficaces continúa con el desarrollo de 127 fármacos en fase de ensayo clínico, incluidas vacunas terapéuticas y tratamientos centrados en la proteína tau.  

También se está investigando la neuroinflamación como posible palanca terapéutica, y fármacos como la semaglutida (principio activo del Ozempic) están ganando protagonismo. 

Los expertos prevén un futuro en el que las terapias combinadas serán la norma, atacando diferentes aspectos de la enfermedad.  
Sin embargo, aún quedan retos importantes, como conocer a fondo la fisiopatología del Alzheimer e identificar qué desencadena la acumulación de las proteínas beta-amiloide y tau. 

El siguiente paso en este campo implica avances en fármacos con menos efectos adversos y costes más bajos, lo que facilita su administración.  
Sin embargo, detener o revertir la enfermedad está aún muy lejos, sobre todo en estadios avanzados que requieren regeneración neuronal.
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