• hace 9 meses
Desde que se intensificó la guerra contra carteles del narcotráfico, en México han ocurrido varias masacres. Pero la que sucedió recientemente en Cadereyta, Nuevo León, es quizá la que mayor impacto ha causado en el país.

En un camino vecinal de ese municipio aparecieron los cadáveres de 49 personas a quienes le arrancaron cabezas, brazos y piernas.

El Ejército capturó a uno de los presuntos autores de la matanza, Daniel de Jesús Elizondo Ramírez, conocido como El Loco. Pero su captura no ha logrado aclarar a quién pertenece el casi medio centenar de torsos humanos.

Las autoridades han dicho que entre las víctimas podría haber migrantes indocumentados, e incluso el gobierno de El Salvador solicitó a su contraparte mexicana que comparta la información genética de los cuerpos, para compararla con familiares de desaparecidos en Centroamérica.

Pero más allá de los nombres, algunos ven en la masacre de Cadereyta un indicio de que los carteles de la droga han decidido atacar no sólo a sus rivales, sino a cualquier persona.

"Hay una violencia cada vez más indiscriminada contra la población civil, y esa es la parte más riesgosa de la lucha contra el narcotráfico", le dice a BBC Mundo Martín Barrón, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).

"Los ciudadanos ya no sólo sin víctimas colaterales, sino también los narcotraficantes los usan para infundir temor y posicionarse en ciertos lugares".

El miedo como estrategia

Según la Secretaría de la Defensa (Sedena), la matanza de Cadereyta fue cometida por el cartel de Los Zetas, creado por exmilitares y uno de los más peligrosos de México y Centroamérica.

Pero no fue una masacre como otras. Los líderes del grupo, Heriberto Lazcano, El Lazca, y Miguel Ángel Treviño, El Z-40, ordenaron desplegar mantas en varias partes del país para acusar de la masacre a grupos rivales, de acuerdo con los informes de la Sedena.

Los Zetas querían distraer a las autoridades y orillarlas a atacar a sus enemigos, lo que revela un cambio notable en su estrategia de lucha, según Martín Barrón.

Pero las declaraciones del detenido no aclaran quienes eran las víctimas, ni mucho menos cómo llegaron a manos de los narcotraficantes. Oficialmente, Elizondo Ramírez sólo dijo que recibió los cuerpos con la orden de arrojarlos en la plaza central de Cadereyta.

Es un dato fundamental, insiste el investigador del Inacipe, porque no se sabe si los muertos tenían alguna vinculación con grupos delictivos, o se trató de personas inocentes que fueron secuestradas sólo para asesinarlas, como parece haber ocurrido recientemente en Chapala, Jalisco.

En ese lugar aparecieron 18 cadáveres mutilados. Entre las víctimas había estudiantes, meseros y taxistas.

Se trata de una estrategia que empezó a notarse en septiembre de 2008, añade Barrón, cuando estallaron varias granadas en Morelia, Michoacán, durante el festejo por la Independencia.

A partir de ese momento "hay una transformación del escenario, pasamos de los granadazos a la selección de víctimas de manera indiscriminada. Es una estrategia del miedo".

Migrantes y duelo

El fiscal de Nuevo León, Adrián de la Garza, dijo que entre las víctimas de la masacre en Cadereyta podría haber migrantes indocumentados.

Un dato que alertó a organizaciones civiles. El Movimiento Migrante Mesoamericano realizó una protesta a bordo de los trenes de carga que cruzan México, para exigir que se investigue la matanza con base en protocolos internacionales.

Martha Sánchez, coordinadora del grupo, le dice a BBC Mundo que los activistas pretenden evitar errores en las investigaciones, como ocurrió tras la matanza de San Fernando, Tamaulipas, en agosto de 2010. Esa vez algunos familiares de víctimas en Honduras recibieron féretros vacíos o cuerpos de personas ajenas.

"Que sea una identificación pulcra, que las familias puedan dar carpetazo al asunto, terminen con su duelo y dejen de buscarlos interminablemente", insiste Sánchez.

Algo que parece difícil de cumplir, reconoce la activista, sobre todo porque muchas muertes de indocumentados no se investigan.

"Los centroamericanos dicen que todo México es un cementerio de migrantes, claro que no los están buscando", afirma. "Hay muchas fosas que no se han descubiertto, y otras que no han sido bien investigadas".

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