• hace 4 años
Los recuerdos no se centran sólo en los hechos acontecidos, sino también en las respuestas fisiológicas que se produjeron simultáneamente; de hecho, la intensidad y la relevancia emocionales de una situación parecen ser los factores clave que explican que su huella se mantenga a largo plazo. En algunas ocasiones puede incluso que la memoria emocional de un evento siga existiendo después de que se hayan olvidado los hechos; esto sucede de forma habitual en los casos de fobia, en que no siempre se recuerda cuál fue la experiencia traumática que provocó la aparición del miedo. En el ámbito de la Psicología podemos definir la memoria emocional como el aprendizaje, el almacenamiento y el recuerdo de eventos asociados con las respuestas fisiológicas que se daban en el momento en que tuvieron lugar dichos sucesos. Se relaciona también con la recuperación de otras informaciones y detalles asociados con el evento concreto.
No obstante, se trata de un concepto muy amplio cuyo uso varía en función del contexto; por ejemplo, el célebre pedagogo teatral Konstantin Stanislavski llamó “memoria afectiva” a una técnica de interpretación consistente en recordar eventos para evocar emociones determinadas. La memoria emocional es uno de los aspectos nucleares de la identidad humana: nuestros recuerdos autobiográficos más vívidos suelen estar asociados a emociones muy intensas, sean positivas o negativas. Se ha planteado que recordamos el estado fisiológico en que nos encontrábamos en un momento dado más que los hechos en sí mismos.

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