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00:00Buenos días. La actualidad se compone con frecuencia creciente de las cosas que nunca
00:04iban a ocurrir. Por ejemplo, un apagón gigantesco que dejara oscuras a España y Portugal, la
00:09cacareada y autosuficiente excepción ibérica. La exención del apagón en Balears, junto
00:14a Canarias o Melilla, no impide extraer lecciones de lo ocurrido. La COVID significó un primer
00:19aviso de una maldición global, pero el mundo prefirió olvidar y volverse a comportar como
00:24si nada hubiera sucedido. El apagón que nunca iba a ocurrir es otro aviso de la fragilidad
00:29de la masificación del planeta, con Balears como ejemplo muy significado. Antes hablábamos
00:35en abstracto de amenazas, como si fuéramos descendientes de Julio Verne novelando calamidades
00:40sin sentido. Pues bien, los avisos reales son periódicos y cada vez más frecuentes. El
00:46mundo es el único planeta conocido que habilita la vida humana, pero ninguna prestación material
00:51o energética puede llevarse a cabo de manera ilimitada. Esta precariedad debería convertirse
00:57en señal de identidad de unas islas perdidas en el mar. Sin embargo, preferimos comportarnos
01:03como si fuéramos los dueños de nuestro destino. Incluso presumimos de riqueza cuando hasta la
01:08electricidad nos llega por cable.

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