Otro día termina en la ciudad de La Plata y, con el ocaso, caen desde el cielo las primeras gotas que anticipan una noche de tormentas y chubascos. El agua estancada en las calles refleja las luces de los locales, los autos y los semáforos; los colectivos se llenan de gente mojada, los vidrios empañados apenas si dejan entrever una mirada perdida. Habitar la sombra, la ópera prima del realizador César Italiano, se acomoda desde las primeras escenas en el territorio del documental ensayístico, cercano en espíritu y hálito poético a las sinfonías citadinas de hace un siglo. Rodada sin duda hace varios años –las empanadas a diez pesos la unidad o algunas esquinas platenses que ya no lucen idénticas así lo atestiguan–, la película reconstruye con las herramientas propias del montaje una posible única noche de lluvia en la ciudad, con sus habitantes noctámbulos agazapados bajo algún techo, lejos del agua, y aquellos trabajadores cuyas faenas no pueden ser interrumpidas por ningún aguacero.
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00:30Una vez cargo un pibe, Plasitalia, y el pibe me dice, llévame al hospital Mugierre, que
00:40no doy más, estoy descompuesto, me decía. Y se desmaya en el auto.