El Primer Ministro francés, Michel Barnier, ha sido destituido tras perder una moción de censura en la Asamblea Nacional.
En la votación, 331 de los 577 legisladores rechazaron su liderazgo, lo que supone el mandato más breve de un primer ministro francés en la historia moderna.
Barnier, conservador, fue nombrado por el presidente Emmanuel Macron para liderar un gobierno en minoría tras unas elecciones parlamentarias inconclusas el año pasado.
La derrota reaviva la inestabilidad política en Francia, que ahora se enfrenta a retos de gobernabilidad en medio de una creciente crisis presupuestaria.
Los legisladores tanto de la coalición de izquierdas liderada por Jean-Luc Mélenchon como del bloque de extrema derecha liderado por Marine Le Pen se unieron contra Barnier.
Criticaron sus propuestas de subidas de impuestos y recortes de gastos para hacer frente a la deuda pública del país, que asciende a 3 billones de dólares.
Su uso de poderes especiales para eludir una votación parlamentaria sobre un proyecto de ley de presupuestos sociales alimentó aún más el descontento.
Las consecuencias políticas dejan a Macron ante la tarea de nombrar un nuevo primer ministro.
Sin embargo, las normas constitucionales le impiden convocar otras elecciones anticipadas hasta el verano.
Los analistas ven la destitución de Barnier como una prueba de las profundas divisiones en el seno del poder legislativo francés, y Mélenchon calificó la destitución de «inevitable».
Francia cuenta ahora con un gobierno provisional, en el que Barnier ocupará un cargo limitado hasta que se nombre a su sucesor.
La incertidumbre ha sacudido los mercados financieros, haciendo temer repercusiones económicas más amplias en toda la eurozona.
La presidencia de Macron sigue sometida a presión mientras navega entre el creciente populismo de extrema derecha y el descontento de la izquierda por sus reformas sociales.
Aunque algunos acontecimientos positivos ofrecen un alivio temporal, los analistas sugieren que la apuesta política de Macron de convocar las elecciones del año pasado ha resultado contraproducente.
En la votación, 331 de los 577 legisladores rechazaron su liderazgo, lo que supone el mandato más breve de un primer ministro francés en la historia moderna.
Barnier, conservador, fue nombrado por el presidente Emmanuel Macron para liderar un gobierno en minoría tras unas elecciones parlamentarias inconclusas el año pasado.
La derrota reaviva la inestabilidad política en Francia, que ahora se enfrenta a retos de gobernabilidad en medio de una creciente crisis presupuestaria.
Los legisladores tanto de la coalición de izquierdas liderada por Jean-Luc Mélenchon como del bloque de extrema derecha liderado por Marine Le Pen se unieron contra Barnier.
Criticaron sus propuestas de subidas de impuestos y recortes de gastos para hacer frente a la deuda pública del país, que asciende a 3 billones de dólares.
Su uso de poderes especiales para eludir una votación parlamentaria sobre un proyecto de ley de presupuestos sociales alimentó aún más el descontento.
Las consecuencias políticas dejan a Macron ante la tarea de nombrar un nuevo primer ministro.
Sin embargo, las normas constitucionales le impiden convocar otras elecciones anticipadas hasta el verano.
Los analistas ven la destitución de Barnier como una prueba de las profundas divisiones en el seno del poder legislativo francés, y Mélenchon calificó la destitución de «inevitable».
Francia cuenta ahora con un gobierno provisional, en el que Barnier ocupará un cargo limitado hasta que se nombre a su sucesor.
La incertidumbre ha sacudido los mercados financieros, haciendo temer repercusiones económicas más amplias en toda la eurozona.
La presidencia de Macron sigue sometida a presión mientras navega entre el creciente populismo de extrema derecha y el descontento de la izquierda por sus reformas sociales.
Aunque algunos acontecimientos positivos ofrecen un alivio temporal, los analistas sugieren que la apuesta política de Macron de convocar las elecciones del año pasado ha resultado contraproducente.
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