Las minas antipersona son pequeñas armas explosivas diseñadas para detonar cuando una persona las pisa o se acerca a ellas.
Los ejércitos las despliegan como herramientas defensivas para impedir que las fuerzas enemigas avancen hacia zonas específicas.
Estos artefactos tienen formas diversas, como discos de hockey o formas cilíndricas, y pueden enterrarse bajo tierra, colocarse en la superficie o incluso colocarse como trampas en edificios.
Algunas minas antipersona son de tipo explosivo, destinadas a causar lesiones o la muerte en el momento de su activación, mientras que otras esparcen metralla, a veces lanzándola al aire antes de detonar.
Las variantes modernas pueden ser distribuidas por proyectiles de artillería, cohetes o sistemas aéreos.
Las minas terrestres se han utilizado ampliamente en conflictos desde la Guerra de Secesión estadounidense.
Durante la Segunda Guerra Mundial y las guerras de Corea y Vietnam, fueron un elemento básico de las estrategias militares. Hoy en día, su uso es muy controvertido debido a sus peligros a largo plazo para la población civil.
En Ucrania, el uso de minas antipersona se ha intensificado desde la invasión rusa de 2022.
Las fuerzas rusas han desplegado numerosos tipos de estas armas, causando devastación en varias regiones.
Human Rights Watch ha informado de su presencia en 11 de las 27 regiones de Ucrania.
Al parecer, las fuerzas ucranianas también han utilizado minas antipersona, a pesar de ser signatarias del Tratado de Prohibición de Minas de 1997, cuyo objetivo es eliminar estas armas.
Estados Unidos, que no ha firmado el tratado, autorizó recientemente la entrega a Ucrania de minas antipersona autodestruibles.
Estas minas «no persistentes» están diseñadas para desactivarse tras un periodo preestablecido, respondiendo así a la preocupación por los riesgos duraderos que plantean las minas persistentes más antiguas.
Sin embargo, estos mecanismos de seguridad no son a prueba de fallos, lo que hace temer daños futuros. Las minas antipersona han causado un inmenso sufrimiento humano.
Sólo en 2022 causaron 1.661 muertos y 3.015 heridos, de los cuales el 85% fueron civiles.
Muchas víctimas son niños, a menudo inconscientes de los peligros ocultos. Aunque Estados Unidos pretende reforzar las defensas de Ucrania, la medida reaviva los debates éticos.
Los ejércitos las despliegan como herramientas defensivas para impedir que las fuerzas enemigas avancen hacia zonas específicas.
Estos artefactos tienen formas diversas, como discos de hockey o formas cilíndricas, y pueden enterrarse bajo tierra, colocarse en la superficie o incluso colocarse como trampas en edificios.
Algunas minas antipersona son de tipo explosivo, destinadas a causar lesiones o la muerte en el momento de su activación, mientras que otras esparcen metralla, a veces lanzándola al aire antes de detonar.
Las variantes modernas pueden ser distribuidas por proyectiles de artillería, cohetes o sistemas aéreos.
Las minas terrestres se han utilizado ampliamente en conflictos desde la Guerra de Secesión estadounidense.
Durante la Segunda Guerra Mundial y las guerras de Corea y Vietnam, fueron un elemento básico de las estrategias militares. Hoy en día, su uso es muy controvertido debido a sus peligros a largo plazo para la población civil.
En Ucrania, el uso de minas antipersona se ha intensificado desde la invasión rusa de 2022.
Las fuerzas rusas han desplegado numerosos tipos de estas armas, causando devastación en varias regiones.
Human Rights Watch ha informado de su presencia en 11 de las 27 regiones de Ucrania.
Al parecer, las fuerzas ucranianas también han utilizado minas antipersona, a pesar de ser signatarias del Tratado de Prohibición de Minas de 1997, cuyo objetivo es eliminar estas armas.
Estados Unidos, que no ha firmado el tratado, autorizó recientemente la entrega a Ucrania de minas antipersona autodestruibles.
Estas minas «no persistentes» están diseñadas para desactivarse tras un periodo preestablecido, respondiendo así a la preocupación por los riesgos duraderos que plantean las minas persistentes más antiguas.
Sin embargo, estos mecanismos de seguridad no son a prueba de fallos, lo que hace temer daños futuros. Las minas antipersona han causado un inmenso sufrimiento humano.
Sólo en 2022 causaron 1.661 muertos y 3.015 heridos, de los cuales el 85% fueron civiles.
Muchas víctimas son niños, a menudo inconscientes de los peligros ocultos. Aunque Estados Unidos pretende reforzar las defensas de Ucrania, la medida reaviva los debates éticos.
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