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La preparación y conservación de los alimentos son factores que pueden afectar a la conservación de los nutrientes. 

Tanto la cocción como la congelación provocan pérdidas nutricionales, pero la aplicación de las técnicas adecuadas minimiza este efecto.

Al cocinar, el uso de agua caliente y el tiempo prolongado exponen los nutrientes a una mayor pérdida, especialmente las vitaminas C y del complejo B, que se disuelven en el agua. 

Cocinar los alimentos al vapor, utilizando la mínima cantidad de agua y preparándolos en trozos grandes o enteros ayuda a reducir estas pérdidas. 

La fritura rápida y la cocción con piel conservan mejor los nutrientes.

La congelación, por su parte, es un proceso que ralentiza el crecimiento de microorganismos y, cuando se hace rápidamente tras la recolección, conserva la mayor parte de los nutrientes. 

Utilizar bolsas específicas para la congelación, etiquetarlas con la fecha y respetar las fechas de caducidad ayudan a la conservación. 

El escaldado es una técnica útil: consiste en hervir las verduras durante poco tiempo, enfriarlas en agua helada y secarlas antes de congelarlas, preservando su color y textura.

De este modo, unas técnicas adecuadas de cocción y congelación alargan la vida útil de los alimentos y preservan su valor nutritivo, proporcionando una dieta sana. 

Incluso con las inevitables pérdidas, siempre es buena idea incluir fruta y verdura en la dieta diaria para asegurarnos de ingerir suficientes vitaminas y minerales.
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