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La selección de Miki Oca, plata en Londres y Tokio, culmina una era con los goles de Bea Ortiz y las paradas de Martina Terré en un torneo perfecto
Dos finales olímpicas perdidas no son cualquier cosa, no es algo que se vaya así como así de los pensamientos de un deportista profesional cuando la vida le ha dado la oportunidad de regresar al lugar de sus pesadillas, pero también de sus anhelos.

Lo han ganado todo, también Mundiales y Europeos, pero Londres y Tokio no se olvida.

En La Défense, es el partido de sus vidas. Aunque suene tópico.

Lo es para las jóvenes, lo es para las que cayeron hace tres años por primera vez, pero, sobre todo, lo es para las cuatro veteranas de un colectivo para la historia del deporte español. Pili Peña, Maica García, Laura Ester y Anni Espar. Su tercera final olímpica de cuatro oportunidades. También para Miki Oca. Y esta vez no está EEUU enfrente, con la que ya saldaron cuentas tras 11 años de derrotas en la primera fase. Igual que con los Países Bajos en esa semifinal taquicárdica en la que Martina Terré paró un penalti con el alma en la tanda.

Había sonrisas y rostros de confianza antes del comienzo, el trabajo hecho, la fe en sí mismas. También en Australia, la sorpresa del torneo, una rival que ya fue campeona olímpica en Sidney 2000, aunque que llevaba seis años sin derrotar a España. Pero el primer acto en La Défense fue áspero, como si en vez de en agua avanzaran en barro. Ambas porteras, Terré y Gabriella Palm, eran las absolutas dueñas de la piscina. Un tanto en escorzo de Paula Leitón desde la boya igualó el penalti inicial de Alice Williams, la misma que en el último segundo hizo el 2-2.

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