• el año pasado
La pérdida de católicos practicantes y los enormes gastos que conlleva el mantenimiento de un edificio histórico ha llevado a algunas parroquias de Bélgica a cerrar sus iglesias, desacralizarlas y darles otros usos transformándolas en restaurantes, hoteles e incluso un rocódromo, que ahora se ha convertido en el nuevo templo para los escaladores de Bruselas.

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