En el crudo invierno de 1996, en las calles empedradas de Estambul, una ciudad envuelta en misterio y encanto, un taxista se adentró en una experiencia que desafiaría su comprensión de la realidad. Las noches eran frías y oscuras, y como un testigo inadvertido de las historias urbanas que se tejían en los rincones de la ciudad, se encontró con un pasajero que lo llevaría más allá de lo imaginable. Esta es la crónica de aquella noche inusual, en la que las líneas entre lo real y lo sobrenatural se desdibujaron, dejando una marca indeleble en la memoria del taxista.
Esta es la Historia de un Taxista en Estambul: El Pasajero de la Madrugada
Hace unos años, mientras yo trabajaba como taxista en una tranquila noche de invierno, recibí una llamada para recoger a un pasajero en una zona residencial bastante apartada. Corría el invierno de 1996 en la hermosa ciudad de Estambul. Las noches eran gélidas y oscuras, y como taxista, sabía que las llamadas durante las madrugadas a menudo venían acompañadas de historias intrigantes. esa noche, recibí una llamada para recoger a un pasajero en una zona apartada de la ciudad. Era una noche oscura y fría, con poca actividad en las calles.
La niebla se arremolinaba entre los edificios mientras manejaba mi taxi, un modelo antiguo pero confiable que había sido mi compañero durante años. Al llegar al lugar de recogida, me encontré con una figura solitaria en la acera. El hombre vestía ropas que parecían de otra época: un sombrero de ala ancha, un abrigo largo y unos guantes de cuero oscuro. El pasajero tenía una apariencia inusual: Me saludó con una sonrisa y se dirigió a la puerta trasera del taxi. Abrí la puerta automáticamente, aún sintiendo una extraña sensación de escalofrío.
senti una corriente de aire frío que ingresó al vehículo, enviando un escalofrío por mi espina dorsal. Mi pasajero parecía tranquilo y distante, como si llevara consigo una historia profunda que esperaba ser contada.
Esta es la Historia de un Taxista en Estambul: El Pasajero de la Madrugada
Hace unos años, mientras yo trabajaba como taxista en una tranquila noche de invierno, recibí una llamada para recoger a un pasajero en una zona residencial bastante apartada. Corría el invierno de 1996 en la hermosa ciudad de Estambul. Las noches eran gélidas y oscuras, y como taxista, sabía que las llamadas durante las madrugadas a menudo venían acompañadas de historias intrigantes. esa noche, recibí una llamada para recoger a un pasajero en una zona apartada de la ciudad. Era una noche oscura y fría, con poca actividad en las calles.
La niebla se arremolinaba entre los edificios mientras manejaba mi taxi, un modelo antiguo pero confiable que había sido mi compañero durante años. Al llegar al lugar de recogida, me encontré con una figura solitaria en la acera. El hombre vestía ropas que parecían de otra época: un sombrero de ala ancha, un abrigo largo y unos guantes de cuero oscuro. El pasajero tenía una apariencia inusual: Me saludó con una sonrisa y se dirigió a la puerta trasera del taxi. Abrí la puerta automáticamente, aún sintiendo una extraña sensación de escalofrío.
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