• hace 9 años
Una perra embarazada se había quedado enterrada bajo la acera de su calle después de que unos operarios municipales hicieran varias reparaciones en las tuberías de la zona. La familia del animal se extrañó de su ausencia y comenzó a escuchar unos ruidos extraños que venían del punto donde se había abierto la tierra. Llamaron al Ayuntamiento pero nadie quería reabrir la calle por el coste que suponía. El propietario de la perra pasó a la acción.

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